miércoles, 16 de septiembre de 2009

Vecinos de San Francisco enfrentan la delincuencia

CANSADOS DE LA INEFICIENCIA DE LA POLICÍA, SALEN ARMADOS A VIGILAR SUS SECTORES
Vigilancia. La vigilancia se realiza a partir de las 9:00 de la noche, en puestos fijos, con motocicletas y camionetas.
San Fracisco de Macorís.- Hace dos meses la noche llegaba a La Duarte Arriba cargada de miedo. La gente tenía que recogerse antes de las 8:00 de la noche porque ladrones y vendedores de droga salían en sus motocicletas a gobernar las calles. Cometían atracos y asesinatos a diestra y siniestra sin ningún tipo de limitación, como si en esta parte del mundo no existiera la ley. Eso dicen los vecinos, que se cansaron de ser víctimas de la tragedia, y quieren contar la historia desde otro ángulo.
Decidieron que si la Policía no podía enfrentar a los delincuentes, ellos lo harían. Se armaron con pistolas y revólveres y se constituyeron en un equipo de “seguridad barrial”, ligado estratégicamente a otros vigilantes de los sectores Vista San Francisco, Santa Luisa, Las Colinas, Cuesta Blanca, Las Guasumas y Taína, todos en la parte norte de la ciudad.
El domingo pasado, a las 9:10 de la noche, el grupo de La Duarte Arriba montó guardia en el callejón Castillo. Jesús María Polanco Rodríguez (Chuma) fue el primero en llegar. Los demás miembros se acercaban uno a uno, vestidos con camiseta azul de letras grandes y lumínicas, diseñadas para que los ciudadanos los identifiquen fácilmente en medio de los constantes apagones. Llevan linternas y radios de comunicación para hacer sus rondas de vigilancia. No han pasado cinco minutos y ya en la esquina hay doce hombres.
“Los ronderos”
Una camioneta se acerca, en su cabina aparecen “los ronderos” de Las Colinas, están dando una vuelta rutinaria. Con la llegada de tres motociclistas, los padres de familia suman veintitrés. La camioneta debe seguir su recorrido. Más adelante podría toparse con el camión que transporta a los vecinos de Vista San Francisco o con alguno de las veinte motocicletas asignadas a los distintos servicios de la vigilancia comunitaria.
“Los delincuentes estaban a sus anchas. Hacían y deshacían. Atracaban a cualquier hora del día. Viendo esa situación nos lanzamos, con el apoyo de los otros barrios”, cuenta “Chuma” refiriéndose al modelo de vigilancia implementado en otros sectores marginales hace un año.
Los agentes de la Seguridad Barrial son obreros, por eso se alternan en los servicios. A veces salen sin avisar los días de semana, “para no dar chance al delincuente”, explica Chuma. Algunos vecinos no se unen a los recorridos pero prestan sus armas o vehículos a la causa, “porque nadie quiere vivir bajo la amenaza de la delincuencia”, sigue diciendo el mismo hombre que se pasó toda la tarde haciendo las diligencias del entierro de Jael, un presunto ladrón alcanzado por las balas policiales la semana pasada. A las 11:00 de la noche todavía “los muchachos” están en la calle. Chequean cada uno de los vehículos que entran al sector. No quitan la vista de los callejones y permanecen atentos a la radio. De vez en cuando otro barrio necesita ayuda para atender un problema y convoca por el circuito cerrado.
El trabajo es exigente, pero, según Robinson Pérez, presidente de la Junta de Vecinos de Vista San Francisco, vale la pena, porque las familias ahora duermen más tranquilas y quien anda de buena fe en la calle sabe que el equipo lo está cuidando.
“Aquí no se podía dejar ni una paila porque (los ladrones) se la llevaban. Por eso tomamos la decisión de cuidar nuestra comunidad. Yo mismo lo que quiero es velar por mis hijos y guiarlos por el camino bueno. Nada más”, dice el dirigente que se gana la vida vendiendo alimentos en el mercado municipal.
Como él, Chuma y los demás “muchachos” de La Duarte Arriba no exigen más que tranquilidad para sus hogares. Pero dejaron de creer en la Policía y en las instituciones judiciales. Durante años, dice, la droga y el dinero mal habido han desviado los pasos de cientos de jóvenes francomacorisanos, mientras las autoridades se hacen de la vista gorda y a veces se relacionan con los grandes malhechores, “los de cuello blanco”.
Críticas
Los grupos de Seguridad Barrial concitan mucho respaldo. Sin embargo, algunas personas se han quejado a través de los medios de comunicación locales por la forma de trabajo de los vigilantes. Critican que decenas de hombres recorran las calles armados sin ningún tipo de capacitación en seguridad ciudadana. Se ha dicho que ellos podrían convertirse en paramilitares.
“Chuma” es consciente de las críticas. Y se reúne semanalmente con sus compañeros para analizarlas. Fiscales y policías les han brindando orientación, asegura.
El dirigente de La Duarte Arriba expresa que ni él ni sus amigos, “obreros y padres de familia”, quisieran salir a vigilar las calles. Estarían mejor si el Gobierno garantizara la seguridad del sector donde crecen sus hijos. Recostado de un poste del tendido eléctrico, sintoniza su comunicador y pregunta: ¿A quién le gustaría acostarse a la 1:00 o a las 2:00 de la madrugada para levantarse a trabajar al otro día?.
UN FENÓMENO SOCIAL QUE SE EXPANDE
Los altos niveles de delincuencia de algunas ciudades de El Salvador y Guatemala han obligado a la ciudadanía a formar grupos de seguridad comunitaria, ya que las autoridades no tienen la capacidad de garantizar la paz y el orden público. En México, la sociedad civil se ha manifestado en contra de la conformación de grupos parapoliciales dedicados a perseguir y asesinar a secuestradores, según refiere offnew.info. En grandes ciudades estadounidenses también se registra el fenómeno.
El caso de San Francisco de Macorís aún no llega a esos extremos. Hasta el momento no se ha producido una sola muerte por enfrentamientos de la “seguridad barrial” con la delincuencia. Sin embargo, el sociólogo Ramón Tejada Holguín opina que la situación podría salirse de control en cualquier momento. Los servicios de seguridad ciudadana corresponden a la Policía y no a los residentes de un sector determinado, dice. A su juicio, el caso local demuestra el nivel de descrédito del cuerpo del orden y la ineficiencia de las políticas de seguridad del Gobierno.
“Esos grupos carecen del entrenamiento que se supone debe tener alguien que va a hacer las labores de policía. Carecen de legalidad. ¿Qué pasaría si ellos matan a una persona?”, pregunta el sociólogo al resaltar las complicaciones sociales surgidas junto a grupos armados de seguridad comunitaria.
Tejada Holguín entiende que la iniciativa es nociva y vulnera el derechos al libre tránsito consagrado en la Constitución de la República.
“En cualquier momento puede ocurrir una desgracia”, augura. 
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